FAIR PLAY (Antonio Rojano)


En la barrera

Como un futbolista que espera en la barrera el lanzamiento de una falta, así me siento. Nervioso y con dudas, aunque también firme y seguro. Con ánimo de enfrentarme al reto... Aguardar que el balón golpee en tu cabeza ―o en cualquier otra parte de tu cuerpo― es angustioso pero al mismo tiempo uno siempre debe estar ahí, enfrentarse al lanzador, saltar lo más alto que pueda para lograr impedir un gol en contra.
Tras el primer tiempo de ensayos muchos pensamientos predefinidos de la pieza fueron sustituidos por otros más orgánicos que mi texto ―a través de la voz de los actores y de su director― solicitaba, casi a gritos. Haciendo un breve resumen de la obra, podría decirse que Fair play habla de un grupo de cuatro futbolistas (y de un entrenador) que se encuentran ante un partido crucial en sus respectivas carreras. A este grupo, añadí un sexto personaje ―una periodista joven― que haría las veces de narradora de la historia y de parte implicada, como testigo, en el “presunto” crimen en que dichos hombres habían estado inmersos, días atrás, en una oscura y silenciosa habitación de hotel. Durante su desarrollo formal, planteado como investigación detectivesca, iríamos saltando entre dos mundos bien diferenciados. En uno, seguiríamos el proceso penal, por el interrogatorio judicial al que se someten los jugadores. En otro, viviríamos dentro del vestuario del equipo los sucesos más importantes de los protagonistas en la semana anterior al ansiado partido-de-la-temporada.
Tras la escritura de algunas escenas y gracias a los primeros ensayos, lugar donde las verdades de la obra salieron a relucir, hice varios descubrimientos. Descubrí que estaba escribiendo una comedia, algo que no me había planteado en un principio. Descubrí que la tragedia y el crimen, velado bajo una investigación detectivesca, terminaría siendo parte de la atmósfera más que de la trama. Descubrí que mis futbolistas actuaban más allá del grupo, independizándose de sus compañeros y tomando voz por sí mismos. Descubrí que algunos personajes ―como es el caso de la periodista― perdían valor o carecían de sentido. Descubrí, finalmente, que el destino hacia el que caminaba la obra, tal y como estaba en mi mente, era completamente distinto al planteamiento original.
Aproximándome al segundo tiempo de ensayos, debo revisar todo lo escrito y resolver las dudas y problemas de funcionamiento interno que se muestran. Si pienso en una comedia, siempre recuerdo un reloj y en sus engranajes―sí, lo sé, es un cliché, pero no por ser un cliché deja a ser cierto―. Debo armar toda una maquinaria que funcione perfectamente, perfilar los engranajes, los giros y revisar las fisuras o problemas de ritmo que vayan surgiendo durante los ensayos. Espero que, al fin, el disparo golpee la barrera ―a pesar del dolor― y que el balón salga despejado muy lejos. Si no lo consigo, además de encajar un gol, terminaré haciendo un reloj digital de esos que ya están tan pasados de moda.
Cuando pite el árbitro, lo sabremos...

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